Transcripción del reportaje a Manuel Ugarte por su renuncia al Partido
Socialista. Crítica al agasajo rendido a Teodoro Roosevelt en ocasión de su
visita a la Argentina (1913)
La casa de Don
Manuel Ugarte está siempre abierta a todo el mundo. No se pregunta quién es, ni
que desea.
_ Pase.
Y nos conducen al
estudio. Una salita sencilla y elegante. Sin lujo, pero con buen gusto. Las
paredes tapizadas con retratos, caricaturas y diplomas del
distinguido escritor argentino. Por todos lados libros elegantemente ordenados.
Como Ugarte se hallaba en otra habitación próxima conversando con un amigo,
tuvimos que esperar unos minutos que los aprovechamos en observar. Vimos en la
antesala otro escritorio. Muebles menos cuidados, libros de encuadernación
rústica, diarios y revistas en completo desorden, hacen adivinar que esa es la
habitación de trabajo.
Se nos aparece
Ugarte sonriente, nos presentamos, nos invita a tomar asiento y enterado de
nuestros propósitos, nos dice
_ Pregunte lo que
quiera…Espére un poco _ y se levanta para convidarnos con cigarros_ yo sé que
no se puede trabajar sin fumar.
_ Decididamente es
un hombre práctico _ pensamos nosotros.
Ugarte durante su
conversación, que a veces era entusiasta, se nos presentó como siempre.
Ingenioso,
chacotón, amable sin esa pose odiosa de los que quieren evidenciar su
personalidad con el modo y con el gesto, Ugarte es sincero, no calcula efectos,
tiene la rara virtud de mostrarse integro sin querer retratarse. Es que su
personalidad surge a traves de su conversación, de sus razonamientos, de sus
frases espontáneas, de su ademán y a traves de sus ojos mismos.
Como se sabe,
Ugarte es uno de los hombres que hicieron honor a nuestra patria en el
extranjero donde vivió muchos años, sobre todo en Francia, entregado a su labor
intelectual. En París ha escrito mucho para diarios y revistas, directamente en
el idioma de Hugo. Sería inoportuno, fuera de lugar, hacer en este momento su
apología, hablar de sus obras que todas han tenido éxito halagador y que muchas
de ellas han sido traducidas al francés, al alemán y al italiano.
No hay quien no
tenga en su biblioteca, junto con sus libros de autores preferidos, algunos de
Ugarte y éste es el mejor elogio que se le puede hacer. Más que elogio,
merecida justicia, porque este distinguido escritor, tiene ya ganado su puesto,
entre los hombres de letras.
_ ¿En qué
situación queda _ le preguntamos_ después de haber renunciado del Partido
Socialista?
_ A mi juicio_ nos respondió_ quedó en la misma situación de antes. Yo
no he sido nunca un agitador de comité, ni un manipulador de combinaciones, en
los centros directivos del partido, he sido antes de todo y por encima de todo,
un escritor, un intelectual que simpatiza con la democracia; un hombre moderno
que ve en ciertas ideas reformadoras, una fuerza capaz de rejuvenecer y de
enaltecer la vida. Todo esto lo puedo seguir siendo desde afuera, con mayor
autoridad quizá, y como no he aspirado nunca a ocupar cargos públicos, como
siempre que la ocasión se ha presentado he declinado el honor a ser candidato a
senador ó diputado, no hay en la situación de hoy nada que pueda cambiarme o
modificarme en lo que he sido siempre.
_ ¿ Es verdad que se marchará usted
al extranjero?
_ No creo que estas cosas me
obliguen a huir…
_ Se lo preguntamos porque nos
parece haber leído en algún periódico que usted proyectaba un viaje.
_ Por ahora no. De París me
hicieron la proposición para dirigir una revista continental defensora de los
intereses de la América Latina contra la influencia de Norte América.
_ A propósito de Norte América, ¿
que opina usted de la presencia de Roosevelt en estos países de América del
Sur?
_ Tendré el mayor gusto en darle mi
opinión. Cuando se anunció su visita, creí que después de varias dolorosas
experiencias llegaríamos a conservar la serenidad y a mantenernos en nuestro
justo medio sin ponernos en estas ingenuidades aldeanas. Aquí en la ciudad y
hasta en el interior de la república nos conocemos todos y sabemos dar, al fin
y al cabo, a cada cosa su verdadero valor. Pero cuando se sepa en Colombia, en
Méjico, en Nicaragua, en toda la América Central, por intermedio de telegramas
sabiamente, ampulosamente, tendenciosamente redactados, que los niños de
nuestras escuelas han cantado en inglés el himno norteamericano y que esta
manifestación ha sido propiciada oficialmente, aquellos pueblos hermanos,
doloridos, vejados, ensangrentados aun por los ataques de que han sido
víctimas, se preguntarán si la Argentina de hoy es la misma que hace un siglo
salía a romper cadenas dando libertad a la mitad del continente; se preguntarán
si ha muerto la altivez suprema de este pueblo que antes sacrificaba a los
fuertes en favor de los débiles y que hoy sacrifica a los débiles en beneficio
de los fuertes.
Nosotros debíamos recibir al huésped
actual con la cortesía y consideración que merece un ex presidente de
república, sin exagerar la nota y sin caer en las inocentes, al propio tiempo
que peligrosas demostraciones desbordantes a que estamos asistiendo.
Francamente estamos dando la sensación de una aldea bretona a la cual llega el
primer automóvil.
Conversando con el distinguido
panamericanista, complacidos de su elocuencia y de su sinceridad, llegamos
hasta preguntarle cuales eran sus propósitos, y nos contestó así:
_ ¿Propósitos? Ninguno. Solo pienso guardar mi independencia ante el
gobierno y ante el pueblo. Yo nunca he aceptado nada ni de los de arriba ni de
los de abajo.
Y nos despedimos después de solicitarle
el autógrafo que reproducimos.
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