domingo, 22 de noviembre de 2015

“SOLO LOS PUEBLOS QUE SON FIELES A SU PASADO SE IMPONEN AL PORVENIR” Entrevista a Manuel Ugarte en "El Nacional" 1913

Transcripción del reportaje a Manuel Ugarte por su renuncia al Partido Socialista. Crítica al agasajo rendido a Teodoro Roosevelt en ocasión de su visita a la Argentina (1913)




  La casa de Don Manuel Ugarte está siempre abierta a todo el mundo. No se pregunta quién es, ni que desea.
   _ Pase.
   Y nos conducen al estudio. Una salita sencilla y elegante. Sin lujo, pero con buen gusto. Las paredes  tapizadas con retratos, caricaturas y diplomas del distinguido escritor argentino. Por todos lados libros elegantemente ordenados. Como Ugarte se hallaba en otra habitación próxima conversando con un amigo, tuvimos que esperar unos minutos que los aprovechamos en observar. Vimos en la antesala otro escritorio. Muebles menos cuidados, libros de encuadernación rústica, diarios y revistas en completo desorden, hacen adivinar que esa es la habitación de trabajo.
   Se nos aparece Ugarte sonriente, nos presentamos, nos invita a tomar asiento y enterado de nuestros propósitos, nos dice
   _ Pregunte lo que quiera…Espére un poco _ y se levanta para convidarnos con cigarros_ yo sé que no se puede trabajar sin fumar.
  _ Decididamente es un hombre práctico _ pensamos nosotros.
   Ugarte durante su conversación, que a veces era entusiasta, se nos presentó como siempre.
   Ingenioso, chacotón, amable sin esa pose odiosa de los que quieren evidenciar su personalidad con el modo y con el gesto, Ugarte es sincero, no calcula efectos, tiene la rara virtud de mostrarse integro sin querer retratarse. Es que su personalidad surge a traves de su conversación, de sus razonamientos, de sus frases espontáneas, de su ademán y a traves de sus ojos mismos.
   Como se sabe, Ugarte es uno de los hombres que hicieron honor a nuestra patria en el extranjero donde vivió muchos años, sobre todo en Francia, entregado a su labor intelectual. En París ha escrito mucho para diarios y revistas, directamente en el idioma de Hugo. Sería inoportuno, fuera de lugar, hacer en este momento su apología, hablar de sus obras que todas han tenido éxito halagador y que muchas de ellas han sido traducidas al francés, al alemán y al italiano.
     No hay quien no tenga en su biblioteca, junto con sus libros de autores preferidos, algunos de Ugarte y éste es el mejor elogio que se le puede hacer. Más que elogio, merecida justicia, porque este distinguido escritor, tiene ya ganado su puesto, entre los hombres de letras.
    _ ¿En qué situación queda _ le preguntamos_ después de haber renunciado del Partido Socialista?
   _ A mi juicio_ nos respondió_ quedó en la misma situación de antes. Yo no he sido nunca un agitador de comité, ni un manipulador de combinaciones, en los centros directivos del partido, he sido antes de todo y por encima de todo, un escritor, un intelectual que simpatiza con la democracia; un hombre moderno que ve en ciertas ideas reformadoras, una fuerza capaz de rejuvenecer y de enaltecer la vida. Todo esto lo puedo seguir siendo desde afuera, con mayor autoridad quizá, y como no he aspirado nunca a ocupar cargos públicos, como siempre que la ocasión se ha presentado he declinado el honor a ser candidato a senador ó diputado, no hay en la situación de hoy nada que pueda cambiarme o modificarme en lo que he sido siempre.
_ ¿ Es verdad que se marchará usted al extranjero?
_ No creo que estas cosas me obliguen a huir…
­_ Se lo preguntamos porque nos parece haber leído en algún periódico que usted proyectaba un viaje.
_ Por ahora no. De París me hicieron la proposición para dirigir una revista continental defensora de los intereses de la América Latina contra la influencia de Norte América.
_ A propósito de Norte América, ¿ que opina usted de la presencia de Roosevelt en estos países de América del Sur?
_ Tendré el mayor gusto en darle mi opinión. Cuando se anunció su visita, creí que después de varias dolorosas experiencias llegaríamos a conservar la serenidad y a mantenernos en nuestro justo medio sin ponernos en estas ingenuidades aldeanas. Aquí en la ciudad y hasta en el interior de la república nos conocemos todos y sabemos dar, al fin y al cabo, a cada cosa su verdadero valor. Pero cuando se sepa en Colombia, en Méjico, en Nicaragua, en toda la América Central, por intermedio de telegramas sabiamente, ampulosamente, tendenciosamente redactados, que los niños de nuestras escuelas han cantado en inglés el himno norteamericano y que esta manifestación ha sido propiciada oficialmente, aquellos pueblos hermanos, doloridos, vejados, ensangrentados aun por los ataques de que han sido víctimas, se preguntarán si la Argentina de hoy es la misma que hace un siglo salía a romper cadenas dando libertad a la mitad del continente; se preguntarán si ha muerto la altivez suprema de este pueblo que antes sacrificaba a los fuertes en favor de los débiles y que hoy sacrifica a los débiles en beneficio de los fuertes.
      Nosotros debíamos recibir al huésped actual con la cortesía y consideración que merece un ex presidente de república, sin exagerar la nota y sin caer en las inocentes, al propio tiempo que peligrosas demostraciones desbordantes a que estamos asistiendo. Francamente estamos dando la sensación de una aldea bretona a la cual llega el primer automóvil.
      Conversando con el distinguido panamericanista, complacidos de su elocuencia y de su sinceridad, llegamos hasta preguntarle cuales eran sus propósitos, y nos contestó así:
  _ ¿Propósitos? Ninguno. Solo pienso guardar mi independencia ante el gobierno y ante el pueblo. Yo nunca he aceptado nada ni de los de arriba ni de los de abajo.
      Y nos despedimos después de solicitarle el autógrafo que reproducimos.









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